Paisajes de mi padre
Mi padre Rodolfo Mario misteriosamente conectado a la tierra, a Misiones.
Encuentro señales en el árbol genealógico. A todxs los conecta la naturaleza sublime, Misiones, el amor a la tierra, la capacidad de sentir lo bello, la poesía. Yo indago en mi padre y también en estos seres, en estas imágenes, videos, en mis memorias y en las de lxs que aquí seguimos.
Abro el archivo familiar en búsquedas de imágenes poderosas que hablen del origen, de su ser.
Los trazos de la memoria, las personas, los lugares, el tiempo.
Cuando los grandes árboles caen,
las rocas en distantes colinas tiemblan,
los leones se agachan
detrás de los altos pastos
e incluso los elefantes
buscan con torpeza estar a resguardo.
Cuando los grandes árboles caen
en los bosques,
las pequeñas cosas se tapan de silencio,
sus sentidos
quedan desgastados más allá del miedo.
Cuando las grandes almas mueren,
el aire a nuestro alrededor se vuelve
ligero, raro, estéril.
Respiramos apenas.
Nuestros ojos apenas
ven con
una claridad que duele.
Nuestra memoria, de pronto agudizada,
examina,
rumia en las palabras bondadosas
no dichas,
los prometidos paseos
que no dimos.
Las grandes almas mueren y
nuestra realidad, pegada
a ellas, también se retira.
Nuestras almas,
dependientes de su
alimento,
ahora se encogen y marchitan.
Nuestras mentes, formadas
e informadas
por su brillo,
se abandonan.
No nos volvemos locos
más bien nos reducimos a una ignorancia indecible
de oscuras y frías
cuevas.
Y cuando las grandes almas mueren,
después de un tiempo la paz florece,
lentamente y siempre
con irregularidad. Los espacios se llenan
con una especie de
confortante vibración eléctrica.
Nuestros sentidos, restaurados, nunca
los mismos otra vez, nos susurran.
Existieron. Ellos existieron.
Podemos ser. Ser y ser
mejores. Porque ellos existieron.
Cuando los grandes árboles caen (Maya Angelou)
Solitario Marambas...
Yo que bebí tus aguas cristalinas,
yo que soñé tus sueños en mis sueños,
que sentí que mis huellas te manchaban
al pisar tus riberas de esmeraldas,
yo te canto, Marambas, con el alma.
En mi tela me llevo tu recuerdo
y al concentrarme en ti, te tengo celos;
que no te toque nadie es mi deseo,
que sigas reflejando tu túnel vegetal
en tus entrañas, que guardes soledad,
solitario Marambas...
eso le pido al cielo,
que des la vida en tu correr de siglos,
desde aquel picaflor que te besaba
al rugiente jaguar que te bebía.
Hemos hablado tanto en tu correr gracioso...
Yo estoy como nací, tú me decías,
yo estoy como yo soy, te respondí;
tú seguiste corriendo en tu alegría
y seguiste cantando melodías
en saltos, corredores y peñascos,
hasta que te dormiste en un remanso
en la profundidad de tu pureza.
Yo me sentí pequeño en tan espiritual contemplación,
que también me dormí con mis tristezas
pensando en ti, y tuve pesadillas...
Y cuando desperté mirando el cielo,
clavado de rodillas,
al verme tan pequeño y tan humano,
se mezclaron tus aguas y mis manos,
Vi tu pureza, que al correr limpiaba,
comprendí que te amaba eternamente
Eras obra de Dios, pura y hermosa
eras la soledad hecha pureza,
te admiré y te bendije en mi oración
recliné la cabeza,
y al Supremo Creador pedí perdón.
ESCENCIA / lo que hace que una cosa sea como es
Un intento por transmutar
por no olvidar
redescubrir
abonar la memoria
la muerte no es el final de una historia